Beto Ortiz nos regala un artículo maravilloso sobre el Premio Nobel que ganó el maestro Mario Vargas Llosa. “Este es -de lejos- el triunfo nacional más resonante de todos y no sé qué estamos esperando para salir a hacer caravana por las calles”, sostuvo.
Si hacemos un recuento de los días más felices que ha vivido el Perú en las últimas décadas: la captura de Abimael, la medalla de plata del voley en Seúl o la aparatosa caída del fujimontesinismo, (por citar algunos de los pocos ejemplos que hay a la mano), creo que este es -de lejos- el triunfo nacional más resonante de todos y no sé qué estamos esperando para salir a hacer caravana por las calles.
Tengo 42 años y es la primera vez que soy testigo de que un peruano es el indiscutible y absoluto número uno del mundo. Y la alegría es doble porque no sólo se trata de nuestro Gran Maestro de la prosa sino, sobre todo, porque el talento y el coraje de Vargas Llosa siempre se elevaron por encima de toda clase de mezquindades y de infamias: hoy que es finalmente nuestro primer Premio Nobel peruano nos gustaría ver qué cara pone el envidioso Hernando de Soto que le mentó la madre en televisión nacional, la cultísima Martha Chávez que se enorgullecía de no haber leído nunca una novela suya o el hoy encarcelado General Nicolás Hermoza Ríos que llegó a decir alguna vez que Vargas Llosa era peruano por “un accidente de la geografía”.
El nobel de Vargas Llosa es la victoria de las ideas sobre la imbecilidad, de la libertad sobre la intolerancia, de la belleza sobre la miseria del espíritu. ¡Bravo, noBelista con B grande!