Ex modelo nos habla de su conversión en empresaria.
La niña que creció entre holantaos y tallarines ha regresado a su origen. “Ya no soy modelo. Soy chifera”, dice Patty Wong con orgullo. La sonrisa cándida y divertida que durante años vimos en la televisión todavía está ahí: cuando conversa con su hija, cuando saluda y atiende a sus clientes, cuando te habla con ilusión de los planes que tiene para hacer de su restaurante de comida china una franquicia. Pero hay algo más. Ahora tiene la decisión, temperamento y exigencia de una empresaria hecha y derecha.
Su nombre es su marca. Para qué más. ¿Vamos al chifa de Patty Wong? Vamos. El primero lo abrió hace 9 años en sociedad con algunos de sus hermanos –tiene 10, ella es la cuarta. Está en Los Olivos. Para conseguir algo de capital tuvo que vender lo único que tenía: su carro. “Había dejado de trabajar en la televisión. Había puesto un negocio y no me había ido bien”, recuerda.
El camino desde su departamento en Miraflores es largo. Pero el trayecto no es tiempo perdido. El nextel no deja de sonar: La asistente número uno le consulta sobre un depósito del banco. Una de sus hermanas le avisa que hoy tiene que firmar unos papeles. El papá de su hija llama para quedar recoger a la nena de 7 años en la tarde. La asistente número dos le dice algo sobre unos proveedores del tercer local que está por abrir. Patty coordina todo esto mientras va por la Panamericana Norte. Se podría decir que su camioneta 4×4 es su oficina móvil. Solo lleva un año manejando, pero el tráfico no la aturde ni la hace renegar.
“Desde que vendí panes en el colegio decidí que quería ser la cabeza de mi empresa. Ahí ya lo tenía claro. Pero no tenía claro a qué rubro me iba a dedicar. El modelaje fue una tarima (…) La verdad es que mucho del éxito que tengo en los restaurantes es porque la gente viene a conocerme. Pero gracias a Dios el gran porcentaje de clientes se queda”.
Llegamos. El nombre oficial del restaurante es Jou. Todavía está cerrado. Lo están limpiando. En la cocina, dos cocineros se dedican a picar cerros de verduras. Patty aprovecha para discutir temas de la carta con su hermana y socia, para corroborar que los baños estén impecables. En general, se aboca a los detalles.
Pasan unos 20 minutos y ya es momento de partir. Ahora le toca visitar otro local, uno de los dos chifas llamados Hon Yi, como su padre. Está en la avenida Tomás Valle frente al centro comercial Plaza Lima Norte. “Estar más de 15 minutos en un lugar me cuesta. Tengo un serio problema de hiperactividad. Todo lo tengo que hacer rápido. Soy muy operativa. No me vas a ver en una oficina, sino afuera en la cancha”, confiesa de nuevo al volante.
Fuente: El Comercio