Tomás Borda confesó que intentó ingresar seis veces a la universidad y tuvo que estudiar mucho para ser médico.
Tomás Borda no suelta su estetoscopio ni cuando da una entrevista. Está apurado, sabe que cada minuto que nos brinda será un minuto menos, en ese furioso mar que intentará domar con su tabla hawaiana. Hace casi dos meses que su vida ha dado un giro inesperado -desde que decidió aceptar el reto de conducir el espacio “Doctor TV”-, pero recalca que sigue siendo el hombre que sufre cuando algún paciente debe “partir”, el mismo bohemio y jaranero universitario que le robó su primer beso a su hoy esposa, en viaje a Huaraz, al hacerle una apuesta.
Su programa “Doctor TV” ha tenido buena aceptación
Sabíamos que el programa era bueno, solo nos queda entregarnos en cuerpo y alma.
¿En qué momento le llegó la propuesta de ser conductor?
Sabía que un grupo de médicos hizo un casting, pero no se sabía para qué. Me presenté sin mayor ambición. Pasó un mes y medio, pero de pronto sonó el teléfono y una voz de mujer dijo: “Aló, ¿Tony? Te saluda Gisela Valcárcel”. Ese día cambió mi vida.
¿Cómo manejó los nervios?
Fue difícil, al comienzo. Era un mundo completamente distinto, después me puse a pensar: “Si estuve 25 años en una sala de emergencias, atendiendo paros cardíacos, hemorragias, infartos, no puede ser tan difícil como eso”.
¿Había motivos para no aceptar?
Claro. Primero, porque no me gusta el tema de la farándula. El asunto es que uno no es el que cambia, los que cambian son los que te ven y te tratan diferente.
¿Cómo ha manejado la repentina fama?
La fama es efímera, pero no me siento famoso. Soy igualito como hace dos meses.
¿Gisela lo entrenó en el dominio de cámaras?
Gisela no solo me presentó el proyecto, ella me dio a entender que esto no era un programa más. Me enseñó que hay que trabajar con alma, corazón y vida.
Era una propuesta refrescante
Mi objetivo es que la gente no consuma basura, no me refiero solamente a la televisión. No quiero chocar con ningún programa de televisión, cada uno tiene su mérito. Lo que no quiero es que la gente consuma productos bamba, que le hacen daño a su salud.
Se tiene la idea que un médico es chancón desde niño, ¿es su caso?
(risas) Yo intenté cinco o seis veces ingresar a la universidad. Gracias a Dios tuve apoyo de mis padres, pero me saqué la mugre. Alucina que en tercero de media me jalaron en biología, todo ese verano me la pasé “chancando” y entendí. Me encantó el curso, a partir de ahí quise ser médico.
¿Y nació en cuna de oro?
Mi papá trabajaba duro y siempre se preocupó (son tres hermanos) en educarnos.
¿Qué recuerda de su infancia?
La unión familiar. Mi papá tiene origen italiano y la hora de la comida era la hora de la comida. Después recuerdo mi época de chico en Ancón, paseando en bicicleta con mi grupo de amigos. En la etapa universitaria me dediqué un poco a la bohemia, era y soy recontrajaranero. Me encantan los deportes, soy cajonero y decimista. Me gusta el cine.
¿Y recuerda algún suceso triste?
La pérdida de mi padre hace ocho años. Ahora mi madre está peleando con una enfermedad (cáncer).
¿Cómo fue su etapa universitaria?
Fue tremenda, porque mi universidad no tenía facultad de medicina, se llamaba Unidad Académica de Medicina Humana. Estudiábamos en una casa de Miraflores hecha de triplay.
¿Fue una sensación inolvidable la primera vez que lo llamaron “doctor”?
Es una sensación bien fuerte, sobre todo cuando tienes contacto con el paciente por primera vez.
Imagino que debe tener mil anécdotas en las salas del hospital
Claro que sí. Una vez, una paciente llegó -desde la cintura hasta los tobillos- morada. Hablé con mi jefe y me dijo: “Hay que hacerle una angiografía, porque es una trombosis de miembros inferiores”. Entonces, cuando voy a ponerle el suero agarré un algodón con alcohol y le limpio, ahí vi bien y resulta que la señora había teñido su blue jean. Lo que pensamos que era una tremenda enfermedad, al final era el tinte de la ropa que se pegó en la piel de la paciente (risas).
¿También tiene anécdotas tristes?
Sí, vi cómo mis pacientes se morían varias veces. Eso no deja de impactarme. Recuerdo que a una chica, quien tomó ácido muriático, la terminé ayudando a morir. Le limpiaba la sangre de la boca, sabiendo que iba a morir de todas maneras. Son cosas muy fuertes. De eso, preferiría no hablar. (asienta la cabeza)
¿Cuál es su rutina desde que iniciaron las grabaciones?
Llego a las 8 de la mañana al canal, me tomo un café, converso con las chicas encargadas del programa. A las 10 llega la del maquillaje. Luego me persigno y salgo al set. Al terminar las grabaciones me voy a hacer deporte, a correr tabla. Si el mar está bueno, gana la tabla. A las 4 estoy en la clínica hasta las 7 u 8 de la noche y si es viernes, me voy de jarana (risas).
¿Es casado?
Tengo 11 años de enamorado y 14 de casado (risas).
¿Y tiene hijos?
No tenemos hijos, no está en nuestros planes, porque no hemos podido tener hijos.
¿No piensa en adoptar?
Una chica de 23 años, de repente (risas). No, no es momento. Ahora con mi mujer tenemos una independencia absoluta, nos gusta nuestra vida, tenemos un orden especial. Nos hemos vuelto medio maniáticos. Tenemos una perrita y le estamos dando todo el cariño que tenemos guardado. Además, soy un tío extraordinario. No tengo ningún complejo por no ser papá. Me siento muy bien como estoy.
¿Y cómo enamoró a su esposa?
Fue en un viaje a Huaraz. Le dije: “Te apuesto 10 soles que puedo darte un beso en la boca sin tocarte los labios. Entonces, le bajé el billete y le robé el beso. Le dije: “bueno, perdí” (risas).
¿Romántico?
He perdido el romanticismo, ahora soy más práctico. En lugar de regalar un ramo de rosas, prefiero invitarla a comer y tomarnos una botella de vino. Ese es mejor detalle.
¿Qué tragos le gusta?
Me gusta la cerveza, pero nunca en exceso. Soy jaranero, pero nunca me verás zampado, porque tengo control sobre mí mismo.
Y de joven, ¿se metía sus trancas?
Sí, me metía mis bombas. En la universidad me iba al bar “Juanito” de Barranco. Alucina que tenía cuenta en ese local y, a veces, era de toque a toque, porque en ese tiempo había toque de queda y te cerraban la puerta… y te ibas de jarana hasta las 5 de la mañana.
¿Y le han ofrecido drogas?
Sí, eso es normal. Está ahí y es simplemente parte de la vida. No voy a decir si he consumido o no, pero uno es quien elige.
¿Hincha de qué equipo?
De Universitario de Deportes, pero no soy fanático.
¿Qué está aprendiendo del trabajo en televisión?
La televisión me está enseñando a trabajar en equipo.
¿Sabe que Cecilia Tait tendrá un programa parecido al suyo?
Me parece bien, estoy encantado de que así suceda. Todo hecho con alma, corazón y vida va a tener éxito. Estoy a la orden cuando ella necesite un consejo o podamos colaborar.
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Fuente: Diario Trome