El María Angola fue el escenario de una noche de magia y romance, donde el único ganador fue el público
No es inédita la devoción que el Perú mantiene con la música hecha en España. Basta recordar las recientes visitas de Mikel Eretxun, Cómplices, Ella Baila Sola, Danza Invisible o Amistades Peligrosas, así como la cansina repetición de una o dos canciones de estas bandas en la programación diaria en las radios de mayor sintonía.
De esta manera, la noche de ayer se escribió un capítulo más de este largo romance cuando apareció la banda asturiana El Sueño de Morfeo, que abrió el show con las canciones de su último disco “Cosas que nos hacen sentir bien”. La melódica voz de Raquel del Rosario y la destreza de sus socios para manejar bien el género pop-rock entusiasmó a las más de mil personas que se congregaron en el Centro de Convenciones María Angola.
Los gritos fueron la antesala. El público femenino, que ya gobernaba el auditorio, fue el encargado de recibir con furor al cantante Alex Ubago, quien después de ocho años regresaba a Lima para reunirse con sus seguidoras. “Amarrado a ti” del disco “Calle Ilusión” fue lo primero que se escuchó entonar al vasco. Luego vendrían “Viajar contigo”, “Por tantas cosas” y “Prefiero”. Tras el impetuoso inicio, Ubago y compañía bajaron revoluciones con “Me arrepiento”, balada pop que le canta, desde lugares comunes, a la tristeza, la melancolía, el arrepentimiento y todo lo que producen las rupturas sentimentales.
“Ella vive en mí”, single de su próximo disco que será lanzado oficialmente en algunos días, fue el regalo del español para el público peruano que coreó el tema junto a él. Posteriormente vendrían sus canciones más entusiastas: “A gritos de esperanza”, “¿Sabes?” y “Si preguntan por mí”. A pesar del ánimo elevado de los asistentes, la limpia ejecución vocal y el correcto acompañamiento de su banda contrastaba con la, quizá, excesiva sobriedad de Ubago, quien se mostró más protocolar que emotivo. Hacia el final de su presentación prometió a las peruanas no esperar ocho años más para volver y cerró su lista de canciones con “Sin miedo a nada”.
Todo lo contrario ocurrió alrededor de las once de la noche. Un zumbido grave fue tejiendo la antesala de lo que en pocos minutos sería furor. “Día cero”. Aquel fue el tema con el que apareció La Oreja de Van Gogh en el escenario. Seis años habían transcurrido desde la última vez que los de San Sebastián se encontraban con sus fans peruanos y, al parecer, vinieron con muchas ganas de saldar cuentas. Una impetuosa y sensual Leire Martínez hizo parar a la Zona VIP de sus asientos y desplegó todo su talento para elevar las emociones tanto de hombres como de mujeres.
“Esta vez no digas nada”, “Cuidate”, “Vestido Azul” y “Muñeca de trapo” conformaron el primer bloque de canciones de esta eficiente agrupación que utiliza las mejores enseñanzas del pop-rock y le añade algunos elementos destacables como samples electrónicos, toques de Theremyn y arreglos musicales que combinan muy bien con su despliegue escénico.
“Inmortal”, “Dulce Locura”, “París” y “La niña que llora en tus fiestas” llegaron enseguida y mostraron no solo la versatilidad histriónica de su cantante, quien hizo varios cambios de vestuario a lo largo de la noche, sino también su talento vocal que no hizo extrañar a su predecesora Amaia Montero, virtud desde luego al gran parecido en el registro vocal de ambas.
La Oreja de Van Gogh demostró mucho oficio en la tarima y esa capacidad para componer canciones efectivas como “La Playa”, con la cual llevaron al éxtasis al público asistente. Hacia el final del recital, Leire recibió una bandera peruana de manos de una seguidora y se la colocó alrededor de ella mientras entonaba la canción “Puedes contar conmigo”. Con “Cometas por el cielo”, los ibéricos saldaron la larga espera que tuvieron que soportar sus seguidores, a quienes invitaron a visitar San Sebastián. Ahora es turno de Arequipa y Cusco, quienes podrán hacer realidad la ilusión de ver a este conjunto de representantes del pop más melódico y sensiblero de la madre patria.
Fuente: El Comercio