Dirigida por Matthew Vaughn, el filme narra la historia de Frank D’Amico (Aaron Johnson), un “nerd” que decide ponerse un traje verde y patrullar las calles, y que recibe toda clase de puñetes y patadas.
¿Quién no quisiera ser un superhéroe? ¿Tener la posibilidad de acabar con los individuos que le hacen daño a la sociedad? Pues ese es el sueño de Dave (Aaron Johnson), un nerd absoluto sin ningún superpoder que decide ponerse un traje verde y patrullar las calles. Su lucha contra una pandilla se convierte en un fenómeno de YouTube, lo que hace que se convierta en Kick-Ass.
Esa es la premisa de “Kick-Ass: un superhéroe sin superpoderes”, una de las películas más extrañas y estimulantes que han salido de Hollywood en los últimos años. Extraña porque su tono no corresponde a la mayoría de películas de superhéroes: nunca jamás a un héroe le ha caído tanto puñete y patada. Y que lo acuchillen y lo atropellen, menos aún. Y es que el gran problema de Kick-Ass es Frank D’Amico (Mark Strong), un mafioso que ve en el protagonista un peligro para sus negocios.
Pero no tiene forma de derrotarlo. Hasta que su hijo Chris (Christopher Mintz-Plasse) decide hacerse pasar por otro superhéroe, Red Mist, para llevar a Kick-Ass a una trampa mortal. Pero los malos no contaban que Kick-Ass tendría la ayuda de Hit Girl (Chloë Grace Moretz), una niña cuyo padre (Big Daddy, notable Nicolas Cage), fue engañado por la organización de D’Amico. Y su intención es vengarse, a cualquier precio, debido a lo cual entrenó a su hija en toda clase de tácticas de ataque y defensa.
A los 12 años, Hit Girl le pega a cualquiera. Así, todos juntos se encargarán de hacerles el pare a D’Amico y a su banda. “Kick-Ass” respira espíritu adolescente. Su desenfado, su entusiasmo, sus ganas de darle una patada a buena parte de lo que produce Hollywood actualmente son una bocanada de aire fresco. Ojo, no estamos ante una comedia: la película tiene mucha acción, mucha violencia, personajes sufridos, frustrados, con traumas que buscan desfogar. Y lo hacen a partir de la violencia, de buscar la justicia en un mundo que parece cada día más asqueroso.
Desenfadada, franca al mostrar la violencia, natural para retratar a una niña, de 12 años, aficionada a las metralletas: por todo esto, “Kick-Ass” es un ovni dentro del cine estadounidense actual. Porque no tiene la menor condescendencia con nada ni con nadie. La película patea la puerta en su forma de mostrar una serie de situaciones violentas y muchas veces crueles. Porque para ser un superhéroe hay que sentir el sabor de la sangre. Eso lo sabe Kick-Ass. Y la película, con su franqueza, se encarga de que cada imagen nos pegue a nosotros. Como un adolescente rabioso.
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