Cantantes puertorriqueños se presentaron anoche en Scencia de La Molina. El encuentro se extendió hasta las 3:00 a.m.
Quienes creían que la salsa y el bolero eran como el agua y el aceite, y no podían juntarse, se fueron de bruces. Anoche los puertorriqueños José Feliciano y Gilberto Santa Rosa unieron magistralmente ambos géneros musicales en un solo escenario. El público esperó impaciente, receloso, desconfiado, y al final gozó con envidiable desenfreno.
Eran las 11.00 p.m., los ánimos estaban exacerbados por la larga espera, hasta que un silencio de súbito se apoderó del centro de convenciones Scencia de La Molina, anunciando el ingreso de José Feliciano. No había que esperar más. De la mano de su corista, el artista de 67 años ingresó al escenario y sin decir una sola palabra, dio inicio a la que sería una inolvidable noche.
José Feliciano dejó que su talento musical hable por él, dejó que su guitarra plasme sus más grandes sentimientos. Así empezó con: “Oye guitarra mía”. Luego el turno fue para “Paso la vida pensando”. El público se puso de pie para ovacionarlo. Los aplausos retumbaron el reciento.
Lo que vino después fue mucho mejor. Feliciano demostró su destreza con la guitarra al interpretar “Billie Jean”. Había llegado el momento de dirigirse al público y así lo hizo: “Muchas gracias por estar aquí. Estoy súper contento de estar en el Perú, compartiendo el escenario con mi gran amigo Gilberto Santa Rosa. Yo soy José Feliciano”, empezó. Y sin esperar más, continuó con “Porque te tengo que olvidar”.
La noche se atiborró de romanticismo, de miradas cómplices, abrazos, susurros… José Feliciano tenía aún mucho para ofrecer y el público consciente de ello, le pedía más. Así llegaron los clásicos “Ay cariño”, “Volveré alguna vez” y “Caballo viejo”.
Lo mejor estaba por venir. El versátil artista hizo un anuncio: “Muchas gracias, ahora voy a cantar algunos boleros que me traen mucho recuerdos, porque yo fui el Ricky Martin de mis tiempos. Cuando llegaba al aeropuerto me esperaban un montón de mujeres”. No había nada más que decir, el plato estaba servido. Llegó un popurrí con “Tú me haces falta”, “La barca”, “Sabor a mí”, “La copa rota”, entre otros temas.
La noche alcanzó su momento más álgido. El público se puso de pie para ovacionarlo y en respuesta José Feliciano interpretó: “Después de ti qué”. Había llegado el momento de decir adiós. Gilberto santa Rosa debía tomar la posta. La función debía continuar. “Yo creo que Puerto Rico tiene muchos buenos músicos, pero creo que Gilberto y yo somos los mejores, así que a Gilberto denle mucho cariño, se lo merece”, dijo a modo de despedida, antes de abandonar el escenario. Y el público le hizo caso.
CABALLERO CON SABOR
Gilberto Santa Rosa fue recibido con los brazos abiertos. Eran la 1:30 a.m., cuando se oyó “Conciencia”. El Caballero de la Salsa llegaba dispuesto a dejarlo todo en el escenario, a conquistar. “Gracias Perú por abrirme las puertas de su bendito país. Hace rato se presentó una persona exquisita: el maestro José Feliciano, un aplauso para él”, dijo. La respuesta fue inmediata.
La noche se puso aún más sabrosa, con “Porque yo en el amor soy un idiota”, “Sin voluntad”, “Mal herido” y “Me volvieron a hablar de ella”. El cantante boricua dejaba en claro en escenarios peruanos por qué es considerado como uno de los mejores en su género y una leyenda viviente de la música.
Comenzó a moverse y sí que lo supo hacer. El público vibró con sus movimientos. Así llegó “Mentira”. La noche continuó con “Qué manera de quererte” y “Derroche”. El ánimo estaba al tope, el cansancio pasaba desapercibido. El maestro se había apoderado de su público, lo tenía domado.
“Gracias por tanto cariño. El siguiente tema es para los solteros que ya no quieren ser más solteros”, dijo, para dar paso a “El apartamento”. Continuó con “Almas gemelas”, “No pensé enamorarme otra vez” y “Conteo regresivo”. La noche estaba por acabar. Gilberto había anunciado que el fin estaba cerca, que la separación había llegado, que era el momento de despertar. Entonces, llegó “Amor mío no te vayas”, “Perdóname” y “Que alguien me diga”.
“Te quiero Perú”, dijo y partió. Así fue este concierto de contrastes, donde más de dos generaciones se dieron cita y supieron sacarle el jugo, cada una a su manera, del talento de estos dos grandes de la música. El público quedó satisfecho.
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Fuente: El Comercio