En este texto, bajo el título ‘Alas al cielo para un corazón serrano’, se recuerda lo duro que tuvo que luchar Edita Guerrero en sus inicios como cantante.
Edita Guerrero Neira formó parte de aquellos artistas que trabajaron duro para hacerse escuchar en el corazón del pueblo. Hace 21 años, junto a sus hermanos, inició el sueño de dar a conocer el sanjuanito cumbiambero más allá de las fronteras del Alto Piura; para entonces, una proeza socialmente inimaginable porque los estereotipos del momento no daban cabida a géneros y artistas que vinieran de provincias o que, más aún, destacaran explícitamente como marca –y con orgullo– su origen serrano. Los inicios fueron complicados, pero la convicción de hacer música con identidad propia, es decir, a pesar de lo que pedían las grandes emisoras, no desanimó a Edita, y a Corazón Serrano, de seguir en el escenario.
Los peruanos poco a poco entendieron que nuestro país es multicultural y que la riqueza nacional radica en que somos fruto de muchas razas y de todas las sangres. Así, Edita se hizo de un lugar honesto en las preferencias de un pueblo que empezó a valorar el ímpetu serrano, pero también el selvático y el costeño. En el imaginario de la sociedad se suele pensar que la cumbia en general, y la cumbia sanjuanera en particular, son muestras artísticas del Perú profundo. Pero han pasado los años y la herencia artística de Edita Guerrero nos evidencia que ella es del Perú completo porque su voz triunfó –y seguirá triunfando– en una sociedad que, paulatinamente, rompe las barreras geográficas y étnicas. Esta enseñanza es algo que ella nos regala y que los peruanos nunca debemos olvidar.
Cuando ella enfermó todos esperábamos un milagro, una pequeña luz al final del túnel que nos indique que la esperanza de volverla a ver al lado de la familia era posible. Pero Dios ya había decidido y la quería a su lado. Fue un aneurisma el que físicamente la alejó de esta tierra y el que nos trajo consternación, incertidumbre y dolor. No hay palabras para describir este momento que entristece a una familia, a un grupo y a un país. Pero en medio de la congoja sabemos que el refugio está no solo en mantener un recuerdo vivo, sino en el convencimiento de que ella sigue viva, de un modo no físico, y que cuando el Señor lo quiera, nos podrá reunir con ella.
Hoy está camino al cielo y, en respeto a su memoria, hay que dejar de lado la especulación y la noticia fácil. Hay que recordarla con su sonrisa alegre, cantándole a su gente, a su familia, y a Dios. Lo mejor que podemos hacer por ella es regalar una oración, acompañar con valentía serrana, selvática y costeña, el luto de una familia que quiere despedir con devoción cristiana no a una artista, sino a una hija, hermana, amiga y madre. Una familia que quisiera devolver en unos instantes el cariño que ella siempre regaló, ese amor que hoy lo deja de entregar en esta tierra para dárselo al Padre. Y aunque no lo sabemos con exactitud, bien podríamos imaginarnos que hoy le canta a Dios alguna de sus letras: “Te ofrezco mi vida, mi alma, mi corazón serrano que sabe querer”.
Familia Guerrero Neira
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Fuente: Diario Trome