Conversamos con uno de los conductores de “Amor, Amor, Amor”: el sereno pero sarcástico contador de historias de la farándula
Lo chirriante, esperpéntico e inmoderado son los invitados y sus historias. Por eso, ante Luisitos, Susys y Shirleys, Rodrigo González puede darse el lujo del contraste: lucir moderado, racional, perenne como su look de pelos en punta, inquisitivo con esas privacidades desbordadas mientras él contiene celosamente la suya. Ya Magaly, su gran amiga, se inmoló para que él pueda conducir tranquilo. Tengo suerte, la entrevista será en el mismo set de “Amor, amor, amor”, apenas acabe el programa, en caliente, como si el ritual de la tele se prolongara de extraña manera.
¿Cuándo termina el programa, no sientes ganas de sacudirte?
No, porque no me lo tomo en serio. Tampoco hay temas que puedes ver con tanto desapego. No me identifico porque lo que sucede acá no le habrá pasado ni el 1% a mi familia o a mi entorno, pero refleja la realidad de mucha gente que sí lo vive.
¿Qué sientes por esos personajes, Susy, Luisito, Lucía, Andy V?
Me divierten, por supuesto no reflejan la realidad de todo el espectáculo del país. Hay gente que lleva su arte de manera más modesta y silenciosa.
Antes había concursos, ahora las historias copan el programa.
Hacemos el programa en base a resultados, ya sabemos lo que funciona o no. Lo que la gente quiere ver son esas historias.
Y tú, que conoces a todos estos personajes, ¿crees que han aprendido a contar mejor sus historias?
Han aprendido a capitalizarlas. Antes buscaban simplemente una tribuna para no perder vigencia. Ahora detrás de ellos hay auspiciadores, empresarios del mundo de la noche interesados en alargar los escándalos.
¿No es costumbre pagar?
No es costumbre y no tenemos plata. Si la tuviéramos, no perderíamos tantas primicias.
La historia del momento es la de Milena Zárate. Edwin Sierra te ha respondido.
¿Sabías que tenía un hotel en Tarapoto? Yo no (Sierra lo acusa de atacarlo para defender el legado hotelero de su padre Carlos González). No me dedico a los hoteles. Mi madre lo hace con los administradores.
Tu padre era un aventurero rural, tú eres urbano.
Tengo ese gusto rural solo para unos días, pero mi papá era más feliz en Tarapoto. Yo estudié aquí en La Inmaculada e iba al hotel en las vacaciones.
¿A él le divertía esto?
Él fue el que me impulsó. Me dijo: “Si has estudiado Comunicación (en el IPP), entra a la TV”. Y empecé a hacer prácticas con Magaly. Tenía 17 años.
¿Te fastidia que se diga que por ‘madrinazgo’ de Magaly estás aquí, a pesar de tus méritos?
No me pesa, lo agradezco. Cuando empecé, pensaba que si vengo recomendado por ella, entonces más vale que tenga mi estilo, porque si no, no voy a durar ni 5 minutos.
¿Cuáles son los límites para ti?
Los tengo claros: no faltar el respeto, usar palabras adecuadas, que no se involucre a personas que no tienen nada a ver.
¿Y los límites de los ampayes?
Que no sean en un lugar privado, que no pertenezcan a la intimidad de una habitación. Si sales a un sitio público y haces algo que no quieres que los demás se enteren, estás expuesto.
¿Y seguirlos? Esa es mi objeción.
Nos llaman y nos dicen está fulano con zutana. No nos ponemos detrás de alguien hasta descubrirle algo.
¿Cómo trabajan? ¿Vienes con Gigi Mitre y ya están los temas?
Antes no confiaba en mi ex productor (Dany Tsukamoto). Sabía que no tenía límite y por eso pedí que no quería seguir trabajando con él. Ahora, con Renzo Madrid (actual productor) me siento más contenido, y hay un área legal que revisa las imágenes. Antes nos lanzaban a la jaula de los leones.
¿Cómo te ha ido con tus coconductoras?
Es evidente que bien. No solo tengo un programa con mi mejor amiga (Gigi Mitre), soy un privilegiado. Con Sofía (Franco) nos conocimos al aire pero hubo una buena química.
Jugaron a tener una relación sentimental.
Bueno, si ves dos chicos que se llevan bien, solteros, surge la sospecha y jugamos a eso.
¿Ya saturó Susy Díaz?
No creo porque ella tiene una capacidad de ‘reinvente’ y puede sorprender cuando uno cree que ha tocado fondo. Creo que ella también sabe dosificarse.
¿Lucía?
Tiene algo que es como un carisma para la cámara que hace que uno espere lo que va a decir.
¿Luisito Caycho saturó?
Al parecer no, porque nos ha medido bastante (ríe).
¿No crees que la gente ya merece que les cuenten qué hay detrás?
Cuando yo siento que nos están tomando el pelo, se los digo inmediatamente. A veces, el invitado al final, me dice: “No me cagues, pues”.
El hablar de las vidas privadas que otros hacen públicas, ¿no te lleva a preguntarte qué es lo que tú quieres hacer público?
Claro, y es lo único que he logrado mantener hasta ahora casi blindado.
Igual, permíteme preguntarte si quisieras hacer pública una relación sentimental.
Cuando uno está contento, provoca decir algo, pero me digo: “No lo hagas”, porque después cómo cierro la puerta. Por estar aquí, no tengo por qué sentir que debo dar una explicación.
¿Te provoca hablar de tu orientación sexual?
No me provoca involucrar a nada en lo que tengan que ver otras personas. No actúo por impulso, tengo que analizar qué quiero preservar, qué tanto respeto a quienes me rodean.
Prefieres no hablar. Se respeta.
No tengo nada de qué avergonzarme, no hay nada en mi vida que la gente que me quiere no maneje. Es una cuestión de preservar, no de esconder. La gente no es tonta.
Siento exactamente lo que piensas. ¿Y sobre la unión civil?
Por supuesto que a favor. Nadie puede mostrarse en contra del amor entre dos personas.
Uno pensaría que en la TV uno va a encontrar a gente liberal como tú, pero tenemos a una Gisela o un Efraín Aguilar, que piensan lo contrario.
Es lamentable. Una Gisela que tiene 25 años en la TV se sienta frente a Carlos Bruce y le dice: “Carlos, si yo fuese homofóbica, no podría ni maquillarme ni peinarme todos los días”. Cree que todos los gays son estilistas. Es como pensar que todas las presentadoras han sido bataclanas.
¿Cómo te ves dentro de unos años en la tele, en “Amor, amor, amor”, en un ‘late show’?
Sí me gustaría un ‘late show’. Lo que más disfruto del programa son las entrevistas. Me gustaría un programa de entrevistas, eso. Pero mientras funcione, voy a seguir aquí.
¿Te entusiasma la idea de conducir un formato?
Me satisface que este sea un programa modesto; no es caro, y a veces tenemos mejores resultados que franquicias caras con jurados internacionales. Tenemos cifras propias de un prime time a las 2 p.m.
¿Crees que un programa como “Amor, amor, amor” puede tener un filo aleccionador?
Creo que la gente ya aprendió a no tomarse enserio lo que pasa aquí. Los ‘realities’ sí pueden engañar al público mostrando parejas mientras están en la pantalla y luego cada uno se va con su novio. Mientras esté de este lado, siempre intento tener mentalidad de televidente. Hago lo que me divertiría ver a mí, y a mí me divertiría ver “Amor…”.
Fuente: El Comercio