Las entradas para el show se remataron fuera del Estadio San Marcos, pero la cantante ofreció un espectáculo que conquistó a sus fans
Los detractores esbozan una mueca triunfal. Los hechos les dan razones para regodearse. Un estadio a medio llenar. Entradas que costaron más de mil soles mal barateadas a no más de S/.300. Tickets que en un inicio se vendieron a S/.155 rematados a 2 por S/.15 (para Tribuna Norte). Una red social que estalla en burlas, mientras busca #IdeasParaQueLadyGagaLleneElEstadio, hashtag que se alza ya como supremo trending topic en Twitter.
Es verdad “pequeños monstruos”, Lady Gaga no cumplió las expectativas de los esperanzados empresarios que la trajeron. Solo en términos de ventas. Sin embargo, éxito o fracaso comercial, la mujer que busca alzarse como la nueva reina del pop nos brindó uno de los más impresionantes espectáculos que ha vivido esta ciudad sarcástica, burlona y tan ‘freak’ como la diosa mediática que ayer trató de conquistarla. Aquí desentrañamos lo que fue el show de la ‘mamá monstruo’, ¿un baratísimo remate musical o el mejor concierto de tu existencia? Tú decide.
LADY FREAK, LA DEMENCIAL
The Darkness abandona el escenario a las 8:55 tras dar una poderosa estocada musical. La música clásica parece querer mecer a los que esperan, a las no más de 20.000 personas que se aglomeran en un Estadio de San Marcos con lugar para 52.000. De pronto la música cesa. Las telas se abren. Los gritos retumban, descarnados. Las luces nos ciegan. Ingresa la emperatriz de lo raro. La reina de un enorme castillo que se alza imperturbable tras de ella, siniestro.
Stefani Joanne Angelina Germanotta se bambolea encima de un caballo ataviada con un indescriptible atuendo color negro. “Highway Unicorn (Road to Love)”, entona para empezar. “GovernmentHooker” viene después. “Perú, tú eres el futuro”, sentencia luego la monarca de lo inusual. Sin embargo, la primera contracción de placer no llega hasta “Born this way”, himno a la libertad que se ha convertido en su gran estandarte. Alienta a sus seguidores a gritar, a alzar las manos, mientras se desplaza impulsada como por un mecanismo mágico por el escenario. No camina, se desliza.
“No soy una mujer. No soy un hombre. No soy humana. No soy una criatura de tu gobierno, Perú. Si les preguntan quién es Lady Gaga, di: tú. Díganles que soy sus sueños. Ustedes me crearon”, dice esta dama amamantada por el sistema, ¿un Frankenstein construido por la industria o una diosa generada por los medios?
Gaga se contrae al ritmo de la música, espasmódica. Sigue las coreografías a su manera. Su cuerpo de baile se zarandea acompasado, vistoso, espectacular. Ella agita la ahora fucsia cabellera, feroz, mordaz, lista para meterse a Lima al bolsillo, a sus rotundos fans, a los que pagaron mucho, a los que les costó poco. Preparada para fortificar su escuadrón de ‘pequeños monstruos’.
“Cuando acabe este show ustedes tendrán que decidir. ¿Se quedarán a mi lado?”, pregunta, para luego pasar a cantar la tildada de blasfema “Judas”. Lima responde al unísono. Está con su reina.
GAGA, LA CERCANA
Ya se cambió de vestuario más de 3 veces. Pasó del negro al color carne, luego al blanco. Cada uno es más impresionante que el anterior, más revelador, más peculiar. Mientras tanto el escenario, su fortaleza, se transforma con ella. Se va moviendo y nos va revelando sus secretos. Le salen barandas, luego ventanas, después una habitación en la que se ve un retrato suyo y en la que algunos de sus más emblemáticos vestuarios (como uno de la Rana René) dan vueltas en una especie de giratorio perchero. Luego le habla a Lima a la cara, por primera vez.
“Lo primero que decirles es que me disculpen por la demora. Se lo duro que trabajaron para pagar esto. Quería que todo estuviera perfecto”, dice tal vez sin conocer que algunos pagaron S/.90 para verla de adelante (en Cancha Preferencial). Cuenta que una de las pantallas no funcionaba, que a eso se debió el retraso. Después deja el arrepentimiento de lado y nos muestra su cara más frontal y desenfadada, la que más nos gusta. “Me importa un carajo (I don’t give a fuck, en inglés) si mañana tienen que trabajar. Quiero que hoy se diviertan y se embriaguen”, dice. Una vez más Lima le hace caso.
Luego de recorrer su escenario en una especie de moto con una curvilínea bailarina restregándose sobre ella, la cantante le da un giro al show. Deja por un rato de lado las vistosas coreografías, los distractores vestuarios y se acerca. Se siente verdadera.
“Perú, ¿eres valiente? La gente habla sobre ti. ¿Eres lo suficientemente valiente para que no te importe?”, afirma la hoy estrella zarandeada de niña por el bullyng. “¿Quién es mi fan más grande?”, pregunta luego, para pasar a escoger a cuatro fanáticos que se esmeran por hacerse ver en el ‘Monsters Pitt”, lugar destinado para los 500 asistentes que llegaron primero.
Cuatro jóvenes llorosos suben a sus dominios. Lloran, se estremecen, la abrazan, la miran extasiados, a punto del surmenage. Ella los abraza amorosa. “Te amo”, le dice al ‘little monster’ más emocionado, al cual luego le pone una corona. Ella se deja vestir. Deja que le pongan un chuyo, un chaleco con motivos incaicos.
“Esta fue la mejor Acción de Gracias de mi vida”, afirma después refiriéndose a la importante festividad gringa que pasó en nuestro país. Luego se sienta en su piano, rodeada de sus seguidores. Empieza a hablar en español. Hace que uno de sus mortales acompañantes le digan cómo se dice “escribí esta canción para no sentirme sola”, y lo dice machacando nuestro idioma antes de entonar “You and I”, antes de demostrar que sí pues, que también canta, que también toca, que no es un producto sin gracia, sin mérito, sin valor. Acá no hay playback.
EL FINAL
Lady Gaga demuestra que sabe cuál es su negocio, mientras cuelga junto a trozos de carne vestida como tal y regala “Alejandro”. Se cambia una vez más, y enseña sus curvas en un top y un pantalón cargo. Llega “Paparazzi” y después “Sheisse”.
“Es tiempo de irme. Te amo Lima”, vocifera para después volver y regalarnos un gran final con “The Edge of Glory” y “Marry the Night”. Una vez más nos habla de su amor, regala agradecimientos y se marcha para ya no regresar.
Fracaso comercial o no, la voceada a ocupar el trono de Madonna lo dio todo en Lima, se dio entera. Su show que combinó increíbles coreografías, una de las mejores puestas en escena que haya visto la ciudad y una figura avasalladora y con baterías inacabables. Una dominatriz de emociones, la gran monarca, reina y señora de lo raro, de lo freak y lo inusual.
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Fuente: El Comercio