En un marco de más de 20 mil personas en el Estadio Nacional, el español hizo gozar con una descarga de romántico electroshock
Existen diferentes tipos de amantes. Están los que se deshacen en elogios y caricias sin sentido. Los inexpertos. Los que dicen mucho y hacen poco. Y están los que saben qué puntos exactos tocar para llevarnos al éxtasis. La noche de ayer, en una faena de campeonato, Alejandro Sanz, el romántico que más de 20 mil personas se reunieron para ver, sentir y recibir, se pintó de cuerpo entero y nos enseñó el tipo de hombre que es.
Los previos fueron cortos. Con su chispa Carlos Alcántara, el buen ‘Cachín’, encendió a una Lima que se entregó desde el primer momento. Luego, a las 9:20, el escenario de un Estadio Nacional casi lleno nos regaló sus luces. Entonces por fin nos dejaron verlo, oírlo, disfrutarlo.
Todo de negro. Seductor. Unas cadenas plateadas cuelgan de su cuello. Un saco que jamás se sacó lo envuelve. Una guitarra, su fiel compañera, se bambolea colgada de sus hombros. Entra sin hablar. Empieza con lo que sabe hacer mejor: cantar. Con “Llamando a la mujer acción” rompe el silencio y “Decir sin andar diciendo” llega después. “Mira, Lima, ¿quién dice que el amor no existe?”, se dirige por primera vez a un público que lo recibe dispuesto a todo.
“A las peruanas y los peruanos un abrazo muy grande. Este es su concierto. Ustedes mandan. Pídanme”, dice seguro. Lima grita en señal de aprobación. Alejandro Sanz sabe que para recibir, primero hay que dar.
SUBE LA TEMPERATURA
Alejandro Sanz reparte sus temas confiado. “Desde cuándo”, le canta a una Lima que no se sienta. Pero la primera gran expresión de placer no llega sino hasta “El alma al aire”. Sanz empieza a dar golpes en su guitarra, la agita, la zarandea, la toca. El goce se extiende con “Quisiera ser”, quizás una de las canciones más provocadoras del hombre de 44 años.
“Camino de rosas” aterriza luego y el seductor se permite usar su letra para hablarle a la Lima que no se calla, que no para de hacerle saber que lo que él hace le gusta. “Lima, después de esta cita te olvidas de mí, pero yo no me olvido de ti”, le dice el conquistador.
GOCE CON SABOR NACIONAL
Por un segundo reina el silencio. Lima está expectante. Alguien se une a la fiesta. Entra un sonriente Gianmarco. Lima lo aplaude desbocada, extasiada. Él sonríe cercano, cómplice.
“Respirar”, tema compuesto por nuestro compatriota, viene primero. Luego llega la que es quizás una de las piezas que más nos dicen sobre el hombre que vinimos a ver: “Cuando nadie me ve”. Ambos se abrazan y al poco tiempo Gian Marco se retira para ya no volver.
Sanz continúa con “Mi soledad y yo”. Lima lo acompaña, pero luego él sale del escenario. Sus músicos aprovechan para presentarse, para cantar una canción en inglés. La gente solo lo quiere a él.
ÉXTASIS
Alejandro Sanz decide sacar la artillería pesada y le da una estocada directa al órgano que no para de latir desbocado. Los primeros acordes de su himno a la decepción hacen que el público entre en un romántico trance. “Corazón partío” entona el galán terrenal. Luego se envuelve con una blanquirroja bandera. Lima se trepa en las sillas, canta junto a él, vocifera.
“No es lo mismo”, le dice luego como para hacerla moverse. Luces rojas y azules se desprenden de un escenario que encandiló desde el primer momento. Las especies de luminosas estalactitas que de él se desprenden botan sus reflejos, hacen su magia.
“Ay, Perú, qué alegría haber vuelto. Cada día estás más guapa”, dice halagador. “Muchas gracias. Tengo las pulseras que me dieron. Estamos llegando al final del concierto”, sentencia. “Nooooo”, gritan todos desesperados. “Sí”, dice él conciso.
“Esta canción habla de lugares como su casa, donde uno encuentra su propio paraíso”, explica el cantante, para luego regalar “Looking for Paradise”, que entona junto a una corista.
“Esta canción se la voy a dedicar a mi hijo Dyllan, que ha venido esta noche“, explica luego para después soltar “Mi marciana” e irse para luego volver. La pantalla muestra un cielo tempestuoso y después arroja un trueno. Todo queda oscuro. Solo se escuchan los gritos que retumban en el Nacional.
EL FINAL
“Yo solo espero que esta noche la hayan pasado bien. Los quiero. Los llevamos con nosotros de viaje”, dice, para regalar un coctel molotov de puro sentimiento. “Amiga mía”, comienza. “Y si fuera ella”, prosigue para hacer estallar a todas sus seguidoras.
El cantante se retira con la sonrisa de aquel que deja a alguien complacida. No a una, sino a miles. Pero le piden más. Siempre quieren más. Hay cosas que jamás cansan. Alejandro Sanz es una de ellas.
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Fuente: El Comercio