Con más de 30 canciones y casi tres horas de show, la banda liderada por Eddie Vedder protagonizó uno de los mejores conciertos del año.
Ya era emotivo recorrer los locales frente a la PUCP y verlos inundados de “¿Cómo estás? ¡A los años!”, de varias camisas a cuadros, sentir el escalofriante flashback hacia fines de los noventas, los años del “Yield”, los primeros ciclos en la universidad, mismas caras, más edad, el mismo impulso: concretar ver a Pearl Jam.
No trato de ser nostálgico, no se me malentienda: la demostración de rock n” roll anoche de los de Seattle no tenía como esencia artística el mantener vivo el espíritu de esa década “grunge” (¿?), algo sobre lo que los mismos PJ deben preguntarse con qué se come. Fue más bien el asistir al encuentro de una maquinaria musical diversa, que transita con comodidad entre folk, el punk rock, el llamado heartland rock, un sistema de engranajes musicales aceitado en su mejor forma, sin concesiones, en plena actividad y con el brillo maduro del artesano que terminó tomando como esposa a su oficio.
Pasadas las 9:15 p.m., las agudas notas de la oscura “Metamorphosis 2” del teclado del héroe minimalista Phillip Glass y el bajón de las luces en el escenario fueron la señal esperada para erizar la piel de los cerca de 30 mil fans (aunque en partes del estadio, eran más bien hinchas) que solo esperaban ese play de honor para ver subirse al escenario a Vedder y compañía. Tras la ovación inicial, las notas espaciales de la instrumental “Interstellar overdrive”, de Pink Floyd, confundían a algunos, hasta la transición al desconcertante inicio de “Corduroy”. Para entonces, ya, en algunas partes del estadio los pies de uno podían empezar a despedirse del suelo, por la ingente masa que saltaba al ritmo de esta descarnada demostración de principios emocionales (y musicales).
Sin mediar pausa alguna, “Why go” era ya la marcha rabiosa del “Ten” que invitaba seductoramente al corear a todo el estadio el “why go home”. La nihilista y agria “Hail hail” del “No code” vino de tercera y Pearl Jam no daba tregua; mucho menos al poner de cuarta canción a la biliosa “Do the evolution”, sin duda una de las más pedidas.
La bestial andanada ya nos mostraba varios de los aspectos del concierto de casi tres horas y más de una treintena de canciones: que el “Ten”, el “Vs.” y el “Vitalogy” (junto al reciente “Backspacer”) fueron los discos preferidos por Vedder a la hora de armar el setlist de la banda que, según dijo McCready horas antes a elcomercio.pe iba a ser confeccionado especialmente para el Perú.
Ya entonces el líder del grupo había dicho, en castellano, que podía pronunciar algo que había querido decir hace mucho: “Buenas noches, Lima”. Y en una muestra de su sencillez, agradeció a los asistentes por haber hecho que un sueño de la banda se cumpla, el tocar en nuestro país.
A cantar todos de nuevo. “Elderly woman…”. Luego, la super punche “The fixer” e “Evenflow”, otra de las que más pogos generó, en varios puntos de la zona “Ten”, al menos, que es desde donde vi el concierto.
La dulce “Setting forth”, que Vedder escribió para la película “Into the wild” y tras ello, la lapidaria y telúrica “Not for you”. Sin pausa alguna la corta carrera de ladridos de “Lukin”. Tras dedicar a los amantes de la tabla “Amongst the waves”, el público se entregó al arrullante inicio de “Betterman”, con la que las gargantas de la multitud llevaron un coro demoledor, como suele suceder en esta parte de los conciertos de la banda.
Otra gran joya de su catálogo, “Black”, continuó con las gargantas de miles entumecidas en una barra hipnotizada hacia el final de la canción. El remate de la primera parte entonces fue la angustiante y violenta “Go”.
A su vuelta al escenario, “The end” daba el inicio al set de lentas y emotivas. No me canso de decir que Vedder es quizá la mejor voz del rock que ha pisado Lima y entonces lo demostró aquí. Para “Just breathe”, la banda invitó a una pareja de recién casados, amigos de su mentor Neil Young y quienes estaban de luna de miel. Los más envidiados de la noche, sin duda, deshaciéndose en dulces gestos, sentados a un costado de Eddie para recibir a pocos metros del cantante el mejor regalo de bodas concebible.
Con “Daughter” (incluida la transición a “WMA”, también del “Vs.”, y la genial “Unthought known” se cerró la secuencia más sentida del show.
Siguieron la reciente “Ole”, “Blood”, “Jeremy y “Porch”, con un alargado puente que dio prórroga a más pogos en diferentes puntos de la cancha.
Luego Vedder cuenta, aún en castellano, que soñó con mucha gente sentada en un parque, sosteniendo una camiseta gigante y cantando canciones sobre Pearl Jam. Y que luego se dio cuenta de que no soñaba, refiriéndose así a quienes estuvieron frente al Marriott esperando ver a la banda. Entonces vino “Given to fly”, de sensacional factura melódica, de explosión y remate a cada verso en las gargantas del público.
Más covers. “Last kiss” (no, no dijeron nada de los Dolton’s, por si acaso) y el clásico de The Who, “The real me” (que Vedder ha cantado en más de un tributo a su banda favorita) servían para inicar la fuga. Ya entonces era obvio que McCready es un artista tan libre que muchos de sus solos parecen sacados del sombrero del mago, nunca calzan igual que en otros shows, pero vaya si logran su cometido; estaba claro que Ament y su bajo son el alma de la selección más rockera del repertorio de la banda; que Stone no necesita mucha luz para ser el cemento que une esta gran estructura sonora; que Matt Cameron no se equivoca casi nunca, que sus coros aporta en gran medida; y que Boom Gaspar en sus teclados es parte esencial en la vitalidad siempre renovada del grupo.
El himno “Alive” vino entonces, casi no se podía escuchar a Vedder. Quizá por eso, en el largo punteo final de la canción, se bajó del escenario a saludar a los que estaban posicionados en la división que había entre Ten izquierda y derecha. El homenaje a Young llegó con “Rockin’ in the free world”, en que se sumaron los miembros de los teloneros X al escenario.
“Indifference” con Ament en el contrabajo y la sentida “Yellow ledbetter” sellaron la memorable noche.
LO MALO: Quizá hubiera podido resolverse el que se hubiera un vacío enorme entre la zona Ten y la posterior adelantando la barrera, no sé. La verdad es que podría haber ido más gente, no hubo un lleno total. Al menos los que fueron corearon más canciones de lo que el público rockero promedio de Lima suele hacer, al menos desde donde vi el concierto. Eso es meritorio.
BONUS TRACK: los sensacionales X. Para muchos, la primera vez que los oían. Pero con “Los Angeles”, “Nausea”, “Johnny hit and run Paulene” o “Hungry wolf”, se seguro no será la última. Al final de su set salió a escena por primera vez Vedder, para anticiparse a sus compañeros y acompañar a los liderados por John Doe en la concluyente “Devil doll”.
Fuente: El Comercio