Tras 12 años de espera, el recinto se reinaugura a las 7 p.m. de este lunes. La modernización respetó su diseño original de los años 20.
El piso aún está cubierto de plástico y las pulidoras se escuchan fuerte ayudadas por la acústica teatral. Pero para mañana, cuando a las 7:00 p.m. abra nuevamente sus puertas el Teatro Municipal de Lima, los ingenieros a cargo prometen que el brillo de este palacio volverá a fascinar al público limeño como en sus años mozos, en los alocados años veinte.
Y fascina no solo por la elegancia versallesca de sus salones, sino por el notable trabajo de restauración. Dos años de cuidadoso trabajo por parte de arquitectos, ingenieros, restauradores, pintores, escultores, artesanos y albañiles venció a una década de desgobierno e ineficiencia municipal.
Desde la fachada del teatro se aprecian los cambios. Se le ha liberado de décadas de deyecciones de aves, polvo y hollín. También de trece capas de pintura, bajo las cuales respira ahora su piel original de cuarzo y sílice que brillan al sol.
Asimismo, lucen regias y restauradas las musas de las artes, las clásicas efigies de Beethoven, Bach y Mozart y el resto de molduras. Los antiguos faroles iluminan nuevamente la fachada que en 1938 diseñó don Ricardo J. Malachowski.
Acostumbrados como estábamos al ceniciento aspecto de su escenario, platea y galerías, descubrir su estado actual, simplemente, emociona. O, por lo menos, hace que uno comparta el entusiasmo de Augusto de Cossío, arquitecto residente del proyecto, que nos acompaña en el recorrido por los espacios recuperados del teatro y nos explica el ambicioso proceso de reconstrucción.
De Cossío nos recibe en el foyer o paseo principal que, si bien logró salvarse del incendio, fue víctima, como todo el edificio, de décadas de lento deterioro. Lo primero que hizo su equipo multidisciplinario, al empezar a trabajar en agosto del 2008, fue hacer calas pictóricas (el estudio de las capas de pintura de los muros) para saber realmente qué tenían en las manos. Los análisis arrojaron informaciones sorprendentes: los tradicionales dorados de las molduras neoclásicas eran solo barata purpurina, el estuco veneciano que adornaba los zócalos del foyer estaba oculto debajo de una torpe aplicación de corriente pintura látex, y los caprichosos claroscuros de la pintura mural original se encontraban cubiertos por un grueso manto de trece manos de pintura de diferentes colores y calidades. “Decidimos entonces rescatar toda esa ornamentación”, señala De Cossío, cuyo equipo se dedicó a restaurar frisos, mascarones y monturas. “La originalidad del teatro había sido cubierta por años de brochazos”, señala el arquitecto.
Tanto en el foyer como en el Salón de los Espejos, se descubrió que los zócalos, pintados de un solo color, en un inicio lucían la técnica del marmoleado, igualmente las columnas. La artista plástica Cecilia Alonso fue la encargada de reintegrar todos los marmoleados y recrear los colores originales con materiales modernos que garanticen su larga duración.
Para Gustavo Ávila, responsable del trabajo de restauración, el criterio de todo el trabajo fue recuperar el estilo original del teatro, el neoclasicismo limeño propio de los años 20. Para ello se emprendió un profundo trabajo de documentación histórica. Se utilizaron como fuentes los planos originales, archivos fotográficos privados y revistas de época como “Variedades”. “Gracias a estos archivos pudimos reconstruir en la sala de espectadores el vitral central perdido tras el incendio, pues no contábamos con ningún registro visual. “Encontramos una fotografía teatral de 1925 y gracias a ella pudimos rehacer el diseño del vitral consiguiendo una copia fiel del original”, precisa De Cossío.
Una de las principales dificultades que enfrentó el equipo de restauradores fue encontrar mano de obra calificada en técnicas artísticas abandonadas hace mucho tiempo. “Fue difícil lanzar una gran convocatoria para este trabajo, pues encontrar yeseros y escultores que usen la técnica tradicional es muy difícil. Les enseñan lo básico en la Escuela de Bellas Artes, pero es un trabajo sin aplicación práctica hoy en día”, explica el arquitecto residente del proyecto. Para comenzar a trabajar, se formó un ejército de artistas y restauradores de Bellas Artes y de la Escuela Taller de Lima, especializada en trabajos de restauración con yeso, pintura y carpintería.
POR FUERA FLORES…
El equipo de restauradores encontró que, además de los daños propios del fuego y de la humedad, la mala conservación del teatro había dejado evidentes huellas. Los pisos de gres del foyer estaban desgastados, las majestuosas escaleras imperiales eran pintadas y los servicios higiénicos tenían grifería y sanitarios para lamentarse.
Un ejemplo de estos espacios desvalorizados era el Salón de los Espejos, utilizado hasta antes del incendio como las oficinas del teatro. “Cuando llegamos al salón, encontramos toda la ornamentación pintada con purpurina. Las calas evidenciaron la pintura mural escondida, había espejos sin marcos, y los cables eléctricos pasaban por la ornamentación”, enumera De Cossío. El equipo aplicó entonces el marmoleado en pilastras y zócalos, restauró lámparas y espejos, el piso de mármol original y el pan de oro de los ornamentos para reforzar el carácter afrancesado del espacio original. “Las lámparas de cristal faltantes hemos tenido que reemplazarlas con piezas compradas en tiendas de antigüedades. Y en las que restauramos hubo que colocar cada cristal nuevamente en sus uniones. En total son más de 17 mil cristales los que tenemos aquí”, explica.
Por cierto, el salón conecta con galerías laterales que llevan a una nueva caja de ascensores y a las escaleras de evacuación, que permitirá el acceso a personas discapacitadas.
Pero, obviamente, la gran obra de restauración se distingue en la sala del auditorio, devorada por el incendio de 1998. Ahora, nuevamente se puede apreciar la belleza de sus cuatro niveles con distinta ornamentación, sus medallones y mascarones de guirnaldas, el follaje de hojas de acanto y laureles, los dragones, las femeninas ninfas y las representaciones de la comedia y la tragedia.
Como nos explica el restaurador Javier Salazar, el trabajo empezó allí con el registro fotográfico de los daños y el estudio de calas estratigráficas para determinar, dentro de lo calcinado, el nivel real de daño. “Los análisis de laboratorio determinaron que no había solución. El yeso estaba quemado por dentro”, revela.
Debían empezar de cero, consolidando las cartelas y trabajando una por una. Después de consolidarlas y restaurarlas, las llevaron al nivel original de la pared y recién entonces se produjeron los moldes. Con ellos los escultores hicieron el vaciado de las figuras y, ya listas, se colocaron en su lugar para su posterior afinamiento y aplicaciones. Todo ello demoró dos años. “Tuvimos que sacar todas las piezas. Las que ahora se aprecian son nuevas, pero idénticas al original. No se ha aumentado ni disminuido nada. En algunos casos se han mejorado al perfilar sus detalles, pero sin perder la forma”, destaca Salazar.
Además de su renovación tecnológica, un cambio radical en la sala del auditorio es la fosa de los músicos, que albergará a 96 personas, número ideal para presentar las óperas más exigentes. Un cambio que mejorará la acústica del teatro es el rediseño del techo, antes plano y hoy en forma de cúpula, rica en ornamentación.
Asimismo, el Municipal cuenta con una mecánica teatral automatizada y una moderna cabina de control. Se han construido también más salas de ensayo y bloques de camerinos, además de contar con un sistema de climatización para el auditorio con una capacidad de mil personas.
Fuera del teatro también se verán positivos cambios. Luego de que el concejo adquiriera y derribara los inmuebles colindantes, la monumentalidad del teatro se ha visto resaltada. A sus lados, se vienen construyendo galerías que pondrán en valor el entorno del teatro, constituido por la plaza Rufino Torrico y el Paseo de las Artes entre los jirones Ica y Huancavelica.
“El teatro se vino empobreciendo desde los años 20. Lo que buscamos es recuperarlo y devolverle su importancia como ícono de la ciudad”, comenta De Cossío. Para ello, han diseñado una iluminación monumental y artística, una plazuela y al centro un espejo de agua con la escultura de una musa del teatro. Siempre neoclásica.
REGRESAR A LIMA
Si bien la inauguración oficial del Teatro Municipal será mañana, aún no se presentarán espectáculos hasta que la obra pase las pruebas de seguridad y acústica necesarias. Aún no se ha informado sobre sus futuras actividades, pero se sabe que la temporada de ópera del año entrante será acogida por nuestra principal sala.
El presidente de la asociación Romanza, Enrique Bernales, hace votos para que la nueva gestión municipal impulse el regreso de la actividad teatral al Centro de Lima. “Toda la actividad teatral ha salido del centro de la ciudad”, lamenta. Para él, recuperar la actividad teatral significa volver a dar una capacidad de oferta cultural. “Nos interesa mucho que no muera el Municipal al poco tiempo de haber reabierto. Si la gente sigue diciendo: ¡Qué difícil ir al centro!, Lima languidecerá”, dice Bernales. Por cierto, para el constitucionalista y promotor cultural, el sistema de transporte del Metropolitano es la solución. Solo 300 metros separan la estación del Jirón de la Unión del Teatro Municipal. Toda una invitación.
EL PROCESO DE RESTAURACIÓN
Una joya neoclásica
Los 20 millones de dólares que demandaron los trabajos de reconstrucción fueron financiados con aportes del municipio y de los ingresos del Circuito Mágico del Agua.
La remodelación y modernización del recinto respetó su diseño original propio de los años 20. Su estructura reforzada permitirá soportar un sismo de hasta nueve grados Richter.
Escultores y restauradores egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes tuvieron a su cargo el modelado y dorado en pan de oro de más de 350 mil piezas ornamentales y escultóricas.
El piso del foyer y las escaleras imperiales son ahora de mármol. Los estucos de estilo veneciano lucen en las columnas jónicas del foyer y en sus zócalos, los claroscuros recuperados le dan un toque original a cornisas y molduras. Asimismo, el pan de oro ha reemplazado a la purpurina.
FUERON DOCE AÑOS DE ESPERA
Una larga historia de marchas y retrocesos
Tras el incendio ocurrido el 2 de agosto de 1998, tres días después Pro Lima concluye que es innecesario demoler la estructura del Municipal para construirlo nuevamente. Se consideró que, desde el punto de vista arquitectónico, podría reconstruirse en un plazo de año y medio.
Dos semanas después del incendio, la comuna aprobó el Proyecto Especial El Teatro Municipal Renace y convocó a la sociedad civil a participar en esta reconstrucción.
A mediados de setiembre, el municipio da marcha atrás: anuncia que no habrá concurso internacional como se dijo. Los trabajos de recuperación estarán en manos de un equipo peruano. Un mes después, se instala un comité de honor.
A fines del año 2000 se convoca al concurso de proyectos de reconstrucción del recinto. Sin embargo, en abril del 2001, cuando iba a empezar la reconstrucción, Invermet declara nulo el otorgamiento de la buena pro al consorcio Vchi-Pérez-Ganoza.
En enero del 2002, Dennis Ferguson, director ejecutivo del proyecto especial El Teatro Municipal Renace, señala que la reconstrucción demandará dos años.
El 28 de octubre del 2004, se funda el Patronato Cultural Metropolitano, que pretendía hacer del Municipal y de una serie de terrenos aledaños adquiridos luego del siniestro el eje de un engranaje cultural que dinamizaría el centro de la ciudad.
En setiembre del 2006, se crea una comisión consultiva especial de alto nivel para proponer y evaluar proyectos de recuperación del Teatro Municipal. El Patronato Cultural Metropolitano pierde terreno y se desactiva.
Finalmente, el 2 de agosto del 2008, a exactos diez años del incendio, el Concejo de Lima inicia las obras de reconstrucción. El proyecto está a cargo de la Empresa Inmobiliaria Municipal de Lima.