La cantante Susana Baca expresó su agradecimiento infinito a su madre y a Chabuca Granda, dos mujeres que influyeron decisivamente en su vida y manifestó que en cada espectáculo se entrega al máximo al público.
El nuevo CD se lo dedica a su mamá y a Chabuca Granda, ¿tiene una cuenta pendiente con ellas?
–¡Ha pasado tanto tiempo de la muerte de mi mamá! Pero está presente en todo, sobre todo en la música porque ella fue la primerita que me inyectó el gusto por la música.
Ella es mi raíz.
Entonces, no tiene cuentas pendientes…
–Bueno, siempre me asalta el sentimiento de no haber pasado más tiempo con ella. Cuando escucho a alguien que me dice voy a ver a mi mamita, qué suerte tiene, digo. Creo que hay un carguito de culpa. Pero tuvimos una etapa muy bonita, cuando ella se levantaba para ir a misa y yo recién me acostaba (risas). En ese momento charlábamos.
¿Y con Chabuca tiene una deuda?
–No. Las dos han sido muy importantes en mi vida. Chabuca me empujó al arte, me dio seguridad. Cuando me oyó cantar la primera vez fue a capela, y me dijo: “Supongo que te dedicarás a cantar, ¿no?” De pronto sentí que debía dejar de jugar y tomar el canto en serio.
¿Se ha sentido amada por las dos?
–¡Sí! Chabuca, por ejemplo, me respaldó en muchas cosas.
¿Cuál le marcó la vida?
–Me ayudó a sacar de una depresión profunda a un amigo muy querido. Él estudiaba medicina y no aguantó hacer sus prácticas en el hospital del Niño, hace cuarenta años. Chabuca nos recibió en su casa la mañana que él decidió no regresar más allí. Llegamos sin avisarle, nos abrió la puerta con un cariño que todavía recuerdo (llora). Lo comunicó con su hermano médico que entonces vivía en Chosica, y lo ayudó. Allí la adoré.
Fue muy generosa.
¿Usted es generosa?
–¡Ay, qué pregunta, mala! (risas) Ricardo es generoso. Nosotros hemos sido consultorio de amor de amigos que llegaban a casa en la madrugada para contarnos sus penas. Pero la verdad, a medida que pasan los años, ya no alcanza el tiempo. Me ocurre ahora.
¿Vive ahora sus experiencias con más intensidad?
–De repente. Por ejemplo, tengo que leer mucho no solo para producir los temas musicales, sino para conceder entrevistas a los periodistas de otros países. Ellos preguntan mucho sobre historia. Ahorita también estoy preparando otro disco sobre la diáspora en América, música de la cultura negra en Brasil, Colombia y Ecuador.
¿Cree que tiene más presencia en el extranjero que en el Perú?
–No. Tal vez pueden haberme escuchado un poco más hace algunos años porque existe un movimiento de personas que compra directamente al artista su material musical. Pero en mi país encuentro el cariño de la gente en cada esquina.
Es una mujer carismática…
–Sí, ¿por qué no voy a decirlo? Tengo algo que atrae a la gente. No me cuesta llamar su atención.
¿Por qué cree eso?
–La gente percibe que uno se entrega en el escenario con gusto, con placer infinito; eso se transmite, la honestidad.
¿Cada escenario es diferente?
–A veces, cuando salgo a escena, siento pánico o una barrera del público, como que está tieso. Pero conforme pasa el espectáculo, el espacio se va transformando, y hay momentos en que pierdo la noción del tiempo y del lugar. A veces he danzado, y al terminar he sentido que vuelvo a la realidad.
Es como un orgasmo…
–Sí, uno pierde la noción de la realidad (risas). Inclusive hay gente que al momento de acercarse para que le firme los CD me pregunta si lo que hago es tai chi o yoga o qué; y claro, no sé qué hago, solo danzo, me dejo llevar.