Periodista, que inicia esta noche una nueva temporada de “El valor de la verdad”, habla de la polémica que generó la temporada anterior. Revela, además, detalles de su vida.
Has hablado de dejar “Abre los Ojos” porque odias la rutina, la zona de confort…
Y tú no me crees.
No pues, hay algo que no me cuadra.
A ver.
¿Cómo se puede dejar un programa así, con el cual te volviste admirado, respetado, querido, incluso, por un montón de gente?
Cosa que nunca pensamos me iba a ocurrir, ni en los pronósticos más optimistas (risas).
Y dejarlo precisamente para irte a programas faranduleros, entre ellos, precisamente aquel que te produjo el peor cargamontón y apanado mediático de tu historia.
En realidad, estuve lidiando buen rato con el hecho de volver al “prime time”. Porque si bien en la mañana el programa fue bien acogido y tuvo éxito, hay una cuestión que la gente no mide porque no tiene cómo comparar. Sí, me veía un sector que a esa hora tiene la tele encendida, que se está preparando para llevar a los chicos o ir a trabajar. Pero el encendido de televisores en la mañana es 30%, o sea que el 70% de televisores del país están apagados. En la noche, el 80% están prendidos. O sea, hay una diferencia abismal, es como la diferencia entre jugarte un partido en la cancha de tu colegio y en el Maracaná.
¿Pero entonces era una cuestión de fama?
No es una cuestión de fama, es una cuestión de regresar al público grande. Yo estuve intentando, desde el primer año en canal 2, de conseguir un espacio en el “prime time”, y por muchas razones no se pudo. Mientras eso pasaba, yo seguía haciendo seis entrevistas diarias con los mismos políticos durante 3 años. Llega un momento en que estás viendo el mismo casete mil veces. O sea, ¿cuántas veces puedes entrevistar a Bruce, cuántas a Chehade, a Lescano? Yo los he entrevistado 15, 18, 20 veces. Si a ti te da flojera hacerme esta entrevista (risas) por tener que levantarte temprano, imagínate lo que tenía que hacer yo para levantarme todos los días a las 5 y tener que entrevistar a la misma gente. Llega un momento en que ya no es un desafío, que ya preguntaste todo, ya hablaste de todo. Y la actualidad es la cosa más intrascendente del mundo, porque hoy hablamos de la repartija, mañana de otra cosa, y nada queda. Se convierte en una charla de desayuno, y durante el almuerzo ya nadie se acuerda. Sí me provocaba hacer otras cosas.
¿Qué te provocaba hacer realmente?
Lo que me provocaba hacer realmente es mi proyecto televisivo, que no es ni “Perú tiene talento” ni “El valor de la verdad”. Esa es la razón por la cual tiene sentido mi acuerdo con el canal, dejar lo que tenía para hacer mi proyecto.
O sea que tú te has ido porque has querido, nadie te ha sacado.
No solamente me he ido porque he querido, sino que he tenido que insistir en no volver. El canal aceptó que yo dejara “Abre los ojos” porque me encargó regresar con “El valor de la verdad”. Yo propuse regresar pero con otro tipo de invitados, básicamente políticos, porque ahora los conozco bien. El canal aceptó, pero me preguntaron si los políticos aceptarían. Hicimos un sondeo, y cuando tuvimos 10 invitados asegurados, decidimos hacerlo. Es por eso que esta edición limitada de “El Valor de la verdad” no va a tener tantas bailarinas ni figuras faranduleras, sino personajes políticos. Entonces, era imposible físicamente y también para el televidente verme todas las mañanas y después el sábado en “El valor…” y el domingo en “Perú tiene talento”. Iba a ser una sobresaturación para el televidente y para mí. El año pasado hice “Abre los ojos” y “El valor” y acabé fusilado. Hacer 3 programas era imposible. Lo que yo les dije a los directivos entonces fue tengo que dejar uno. Entonces me dijeron ok, deja “Abre los ojos”, acabas la grabación de uno de los otros dos y luego vuelves. Para mí ha sido toda una negociación no volver a “Abre los ojos”, porque no quiero seguir haciendo lo mismo. Entonces dije acabó la grabación de “El valor” y empiezo mi proyecto nuevo, que no tengo ni puta idea de cuál será.
Ahora, en retrospectiva, ¡cómo ves lo que ocurrió en la primera temporada de “El valor de la verdad”, específicamente la muerte de Ruth Talía. Supongo que te afectó mucho?
Sí, de hecho me afectó mucho. Pero creo que a cualquier entrevistador le podría haber pasado lo mismo con cualquiera de sus entrevistados. Ahora yo podría salir de aquí y me podrían meter un balazo en la puerta. Te sentirías mal, o al menos eso espero. Pero ¿cuál sería la relación causa-efecto entre tu entrevista y el balazo? Si la chica tenía una relación tóxica, como la tienen millones de mujeres, y en Perú es tan común porque salen en las noticias todos los días, que una mujer sea violada, quemada viva con ácido, golpeada, cortada, eso es parte de la realidad. Un programa no puede hacer que eso ocurra. Yo entiendo que fue muy conveniente para la competencia que pasara algo así. Nosotros salimos al aire y nos trajimos abajo al programa que antes era líder en el mismo horario. Si pasa algo así, por supuesto que tiene que ser aprovechado, la competencia se vale de todo, con armas buenas y malas. Hubo un cargamontón que también es parte del folclor nacional. Y ya estoy acostumbrado a eso.
¿Tú no crees que alguien de la producción tuviera una mínima responsabilidad en lo que ocurrió? Parece que alguien mintió o protegió alguna mentira. La chica dijo que ellos eran pareja y luego se descubrió que no lo eran, que había convocado al chico para dividir el dinero. ¿No crees que al menos hubo poca rigurosidad a la hora de escoger a la entrevistada? ¿Alguien fue despedido por eso?
Lo que haces es plantear los argumentos de todos los detractores. O sea, presentarlo como el típico caso del talk show mentiroso para endilgarnos la responsabilidad de lo ocurrido. No, ellos tenían una relación y estaban permanentemente en contacto porque además eran vecinos. Él le robaba su plata, la maltrataba.
¿Me dices que nadie mintió ahí?
No, nadie mintió ahí. Esa fue la coartada. O sea, todo es falso y entonces el programa no sirve, es una porquería y hay que cerrarlo. Y yo creo que más bien, si tuviera que hacer una autocrítica, esta sería que nosotros, la producción, el canal, nos asustamos del cargamontón en el momento. Y creo que fue una reacción equivocada. Y terminamos el programa como que ya hay que salir de esto, parecía una reacción culposa. Si tú haces una cosa en la que crees y algo sale mal, tienes que ser coherente y seguir. Creo que en ese momento la reacción corporativa fue culposa.
¿Y cuál fue tu reacción personal?
La mía no, porque yo salí a dar una conferencia de prensa, di la cara y enfrenté todo el callejón oscuro, cuando habría podido decir no sé, fue la producción, no soy investigador, como suelen decir algunos conductores. Han sido los investigadores los que me han engañado, me han estafado, yo no sabía. No, pues, yo no hice eso.
Yo recuerdo ese lunes cuando volviste a “Abre los ojos” y tuviste que dar la cara por lo ocurrido, nunca te había visto tan nervioso.
Tampoco soy de fierro. Fue una tragedia y nadie quiere que le pase algo así. Pero que me haga sentir mal no quiere decir que sea el culpable. Frente a un cadáver, te sientes mal y eso no te hace el asesino. Claro que es horrible.
¿No crees que debió haber más rigurosidad a la hora de elegir al entrevistado?
No, porque no era un problema del entrevistado. ¿Cómo puedes prevenir que algo así pase? Nadie se imagina algo así. Entrevisto a una chica con sus papás y su novio, y luego el novio la mata.
Quizá considerando nuestras características culturales, considerando que todos los días se matan mujeres en el Perú, sí era posible prever algo.
No creo. Tendríamos que pensar: no hagamos este programa porque después pueden matar al entrevistado. No creo.
No es eso, se trata de proteger a una persona de un país determinado, con una cultura determinada, en el cual se matan mujeres todos los dias.
No creo, es absolutamente imponderable.
¿Qué te dicen tus amigos o las personas que te quieren sobre el hecho de que vuelvas a este programa?
Mira, en general cuando trabajas en televisión no puedes trabajar para complacer a tus amigos. Porque si fuera así haría un programa de libros y no me vería ni san puta. Si hiciera un programa para complacer a mis amigos, yo haría “El Buen Salvaje” televisado. Y todos me querrían y sería superculturoso. Si hago televisión, es para que mucha gente la vea. Si juego fútbol, es para meter goles. Mis amigos han sido siempre mis mejores críticos, y casi nunca me sobonean. Siempre recibo cartas o correos del tipo ‘qué echada la entrevista a Kenyi’, o “por qué no le hicista tal pregunta a tal político”. Esa es la música de fondo de mi vida. Y cuando aparecieron las primeras promociones de la segunda temporada de “El Valor…”, claro que recibí correos diciéndome qué horror, volver a hacer ese programa que está endemoniado, que tiene una maldición. Yo no creo que los programas o los proyectos estén endemoniados, depende de cómo lo hagas y cómo te sientas tú con el proyecto.
¿No hay programas malditos?
No, pero si tú asumes algo con miedo o inseguridad o diciendo esto tiene mala suerte o me va a ir mal, mejor no lo hagas.
Entre las peores cosas que se dijeron en ese momento es que una demostración de la responsabilidad del programa en la muerte de esa chica es que si ella no hubiera ido a tu programa, aún estaría viva.
Eso no se puede saber. Si estás en una relación en la que habitualmente te agreden y tú lo permites, con programa o sin él es posible que la cosa termine mal. Echarle la culpa al programa me parece una estrategia muy eficaz de la competencia. Bueno, pero estamos hablando del pasado. Ahora todos los invitados son gente conocida o políticos. Lo cual no garantiza nada, porque también se asesinan personajes públicos. Si en cada caso uno se pusiera a pensar cuál es el riesgo de que el personaje sea asesinado, no haríamos nada.
¿Cuál ha sido el criterio para elegir a los invitados de esta segunda temporada de “El valor…” Hasta ahora, además de Laura Bozzo, has mencionado a Rómulo León Alegría y Kenyi Fujimori. ¿Por qué ellos?
¿Tú crees que alguien querría conocer el valor de la verdad de Javier Pérez de Cuéllar o de Gustavo Rondón, el presidente de la Comisión de Fiscalización? ¿Bien aburrido, no?
*Pero al escoger precisamente personajes que no se destacan por decir la verdad, no podría el programa ayudarlos a lavarse la cara? *
No, porque el programa tiene un gran componente de azar, de suerte. El concursante, cuando sale, ya respondió todas las preguntas, que suelen ser más de 100, ante el polígrafo. Nosotros solo escogemos 21, el concursante no sabe nada, en qué preguntas dice el polígrafo que ha mentido. No sabe cuáles van a ser las preguntas que se escojan, no sabe qué tipo de minas se le han puesto en el camino. El resultado será fruto del azar. Entonces, concursantes muy odiados por el público podrán ganar, o también perder. Y viceversa. Nadie podrá decir que se ha hecho un programa para lavarle la cara a nadie.
La validez de la prueba del polígrafo fue también cuestionada en la primera temporada.
Bueno, supongo que quien lo hizo [el poligrafista español José Fernández] va a volver a salir, porque lo van a buscar. ¿Lo has entrevistado? Te puedo dar su teléfono (risas). La manera más eficaz de traerse abajo el programa es diciendo que el polígrafo no sirve, que es mentira.
Este sábado vas a competir con Gisela. ¿Qué crees que pase?
Bueno, este sábado va a competir Laura con Gisela. Y creo que está claro quién va a ganar. De hecho, el ráting de este programa depende en gran medida de quién se sienta en el sillón, no es que el programa sea un éxito en sí mismo. Si la persona que se sienta tiene duende y misterio, entonces la gente va a querer saber. Pero si no, no pasa nada. Al volverlo también un programa de conversación, algo que no sucede en su versión original, y además al volverlo un programa de celebridades, nos hemos puesto nosotros mismos una valla muy alta. Si luego de eso volvemos a entrevistar al patita de la esquina, ya a nadie le va a interesar.
¿Tu proyecto, del que dices no tener idea o no quieres decirme nada, es al menos periodístico?
Sí, claro, Pero todo tiene que ver con el periodismo. Si te fijas, en los dos programas en los que he aceptado participar, mi chamba sigue siendo preguntar. Cuando volví en el 2011 a Frecuencia Latina, fue porque en realidad a Baruch Ivcher se le ocurrió que yo podía hacer de jurado malo de PTT.
El Ricardo Morán de PTT.
Mejor digamos que el Simon Cowell. Ponme la valla más alta, por favor (risas).
Pero a mí no me provoca mucho ser malo ya. Tuve una época de jugar a ser el maldito, pero ya me aburrió. Ahora salir a decir al concursante eres un pobre diablo, fuera de aquí, no me provoca. Tampoco le voy a hablar al concursante de su vibrato, la coloratura o la tesitura de su voz, porque no soy músico. Entonces lo que yo hago es preguntar, porque no me puedo poner en el plan de crítico de música o de danza. Es me gusta o no me gusta, lo cual es subjetivo, y solo pregunto. Estoy haciendo mi chamba, preguntar, y en “El valor…” también pregunto. No estoy haciendo un programa de ruleta o un “Diga lo que vale”.
Pero es finalmente un show. Cuando tu conducías Abre los ojos, efectivamente influías en el acontecer nacional, creando incluso titulares del día siguiente como decía tu eslogan. Hay una gran diferencia en eso.
A ver, estás hablando de “Abre los ojos” como si fuera un difunto y no lo es. Que se haya cerrado ahora no quiere decir que no regrese nunca más. El canal me propuso y yo he aceptado que “Abre los ojos” pueda ser un programa por temporadas, cuando haya necesidad, cuando la injusticia reine (risas). Cuando sea necesario, probablemente durante la campaña municipal o presidencial, volveremos.
Esa es una buena noticia.
Pero sinceramente es inhumano hacer ese programa. Sobre todo para mi equipo. Yo me quejaba de que me tenía que levantar a las 5, pero ellos entraban a trabajar a las 12 de la noche. Y salían a trabajar a las 12 del día siguiente. Es como una jornada de minero en Cerro de Pasco y no hay derecho.
Antes efectivamente hacías el papel de maldito y ahora dices que te aburre. ¿Qué ha pasado? A diferencia de antes, emanas tranquilidad, paz incluso. ¿Qué ha pasado?
Creo que tuvo que ver el tiempo que viví en Nueva York. El tener que fregar el piso, lavar platos, trapear, te da un aprendizaje de humildad. Yo tengo en mi refrigeradora una foto pegada donde estoy en una cocina de un restaurante de Nueva York, con todos los lavaplatos mejicanos y guatemaltecos. Y me hace sentir muy orgulloso. No es una época que yo vea con vergüenza o con dolor, me siento orgulloso de haber trabajado 12 horas lavando platos o picando cebolla. Eso te da la medida de lo que eres, o sea, uno más. Antes ganaba miles de dólares por programa, luego 8 dólares la hora. Y ahí comienzas a respetar el trabajo de los de abajo. En la cadena alimenticia del restaurante, yo era una ameba. No era el chef, no era anfitrión, ni siquiera mozo. Era el último eslabón.
¿Cómo cuál presentador o periodista quisieras ser?
Hay muchos que me gustan. Me gusta Larry King, Cooper, Lanatta, Buenafuente, pero no quisiera ser uno en particular. Es un error decir quisiera ser como, porque Letterman es Letterman y nadie puede ser como él. Lo que me parece bacán es conseguir influir en la gente con periodismo de investigación, con denuncias fuertes, con opinión, pero también con un poco de humor. Porque el problema que tenemos los periodistas aquí es que todos nos alucinamos fiscales o jueces. Eso nos reviste de una impostura, de una solemnidad ridícula. A mí me produce carcajadas oír a mis colegas pontificando sobre lo que debe y no debe ser. ¿Qué se creen? Hay entrevistadores que invitan a políticos o juristas para decirles cómo debería ser la realidad. Creen que el periodismo es una competencia por el que más sabe.
*¿Y cuál te parece que debería ser nuestra función? *
Más importante me parece desenmascarar a la gente. O sea, hacer que el político o el personaje muestre quién realmente es. Pero decirle a la gente lo que debe pensar o hacer, no. Esa es también la onda de este gobierno, te quiere decir qué comer, córtate el pelo, no uses arete. Ollanta a veces parece la madre superiora del convento.
*Una vez dijiste que te gustaría conducir “El Millonario”. *
Ese es un viejo sueño. No solamente mío, hay varias personas en la tele a las que les gustaría. Porque creo que resume todas las cosas que me gustan: la plata (risas), me parece que es el formato perfecto: está en las antípodas de todos los programas que vemos en la tele ahora y que no mencionaremos cuáles son pero que todo el mundo sabe. Consigues lo contrario: que la gente sepa un poquito más o se interese o le dé curiosidad. Y porque el manejo del suspenso en ese programa es electrizante. El tipo que lo creó es un genio. Y hay mucha gente en este país que podría convertirse en millonario por lo que sabe. Pero la cultura no funciona, los empresarios no invierten en eso.
Una pregunta rara: si pudieras nacer de nuevo y escoger a tus padres, pero unos padres que no sean los que efectivamente tuviste, ¿quiénes serían?
Qué pregunta tan extraña. Supongo que necesitas una respuesta divertida. Bueno, mi mamá podría ser Martha Hildebrandt, que es muy parecida a la verdadera. Ya, ¿Marta y quién? A ver, un viejo que adore. Creo que un artista. Gerardo Chávez. Porque me parece que es un tipo que ha hecho con su vida lo que ha querido. Lo cual es mi pretensión y la de mucha gente. O sea, me parece que es un espíritu libre, que ha ido donde su instinto lo ha llevado. Y que podría estar viviendo en un su súper loft en París, en la campiña francesa o en la Toscana, pero en vez de eso ha traído el dinero que ha ganado para hacer un museo en Trujillo, y ama lo que hace. Lo malo es que estamos hablando de la pareja imposible. De Martha Hildebrandt y Gerardo Chávez. Espero que ninguno se moleste por haberlos emparejado.
Fuente: El Comercio